Con una exposición a cargo de Francisco Castillo, jefe del Subdepartamento de Índices de Precios al Consumidor (IPC), esta nueva jornada se abocó a analizar la historia, presente y futuro de este indicador económico, una herramienta que permite sopesar el costo de la vida al tiempo que nos introduce, desde una perspectiva histórica, en los cambios en el consumo de chilenos y chilenas.

“Mes a mes, el IPC mide la variación de los precios de una canasta de bienes y servicios representativa del consumo de los hogares urbanos del conjunto de las capitales regionales y sus zonas conurbanas, y por ello, resulta fundamental comprender cómo se formulan productos estratégicos como éste y su alcance en la vida cotidiana. El Instituto Nacional de Estadísticas recolecta mensualmente la información de aproximadamente 128.000 productos a lo largo del país, en alrededor de 8.000 establecimientos”, señaló Castillo.

La presentación abordó el largo proceso de inserción del IPC en Chile, que comienza en 1928, cuando la canasta de productos y servicios estaba compuesta por cuatro grupos: artículos alimenticios, como harina, pan, papas, carne y legumbres; vestuario, compuesto principalmente por el terno para hombre sobre medida y el poncho de Castilla; combustible y luz, y varios, como viaje en tranvía, el diario y entrada al cine.

De este modo, y con el paso de los años, la transformación en los bienes y servicios ha variado considerablemente. En 2008, se comienza a utilizar el clasificador internacional CCIF, conformando así doce grandes categorías de productos denominadas divisiones, que responden de mejor manera a los hábitos de consumo modernos de nuestra sociedad. A partir de la nueva canasta 2009, se realiza una medición que abarca todo el territorio nacional y se establece que la canasta de bienes y servicios se debe actualizar cada cinco años.

En 2013, se adicionan productos como las bebidas energéticas, y servicios de banda ancha móvil, gimnasios, servicios de enseñanza de postgrados y postítulos, salas cunas y servicio de residencia para los adultos mayores. Esta nueva canasta contiene 321 productos, el que se reducirá a 303 en su versión de 2018.

Hoy en día, la canasta se actualiza al menos cada cinco años, de manera que refleje los cambios en los hábitos de consumo. Para la actualización se toma como referencia una gran lista de bienes y servicios que se obtiene de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF). Los productos escogidos son los más consumidos en al menos cuatro de los cinco quintiles de la población, es decir, en la mayoría de los estratos socioeconómicos.

Respecto a sus usos, Castillo señaló: “son múltiples: por ejemplo, para determinar la evolución de la UF y la UTM, establecer los reajustes salariales, contratos, pensiones alimenticias y tarifas reguladas por autoridad. El Banco Central, por su parte, utiliza el IPC para monitorear la inflación. Por otra parte, la principal herramienta ciudadana es la calculadora IPC, que permite responder a la pregunta por cómo varía el dinero en el tiempo, a partir de dos variables: cuánto quiero reajustar y entre qué períodos.

En la actualidad, el Departamento de Estadísticas de Precios se encuentra trabajando en la actualización metodológica y de canasta, al cual tendrá como año base 2023=100, y estará vigente a partir de enero de 2024.

La próxima jornada de las Conferencias Ciudadanas del INE estará dedicada al Mercado Laboral, el próximo jueves 21 de julio.

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